
La mayor parte de músicos lo podrán afirmar sin dudar: el silencio es lo que convierte el ruido en música. Algo parecido pasa con la comunicación. Sin los silencios oportunos, todo se vuelve ruido y confuso.
Cualquier formación en comunicación, para fisioterapeutas, para personal sanitario, para cualquier tipo de profesional, incide mucho sobre los aspectos “presentes”: las palabras a utilizar, los tonos, la velocidad, los gestos…. Pero la dificultad consiste en aprender a utilizar una herramienta que no es, y que admite, a priori, pocas modificaciones. Deberíamos empezar recordando que, para Watzlawick, el silencio no es más que otra forma de comunicación. Y cómo tal, deberíamos intentar utilizarla en fisioterapia. Veamos algunas ideas al respecto.
Los silencios en el discurso del paciente.
A menudo, sobre todo cuando tenemos que reflexionar, nuestro cerebro introduce en el discurso pausas que permiten “bucear” en nuestra cabeza. Esto sucede, bien porque estamos buscando las palabras justas para decir algo que ya sabemos, o bien porque estamos intentando buscar si hay algo más que decir. Cada persona realiza estas pausas en el discurso con una velocidad diferente. Como profesionales sanitarios tenemos primero que reconocer cuál es la estrategia comunicativa del paciente en este sentido y adaptarnos a ella. En muchos casos vemos compañeros, que aprovechan esas “pausas” (a veces son simplemente lapsos respiratorios, casi) para preguntar sobre alguno de los síntomas que el paciente le acaba de contar. Este tipo de comportamientos, sin ser equivocados, ni percibidos como una interrupción del discurso, pueden impedir al paciente profundizar en sus respuestas, sobre todo si estamos intentando abarcar cuadros complejos, en los que muchos factores interactúan en el proceso del paciente. Como fisioterapeutas se nos repite cada vez más que tenemos que aprender a escuchar. Escuchar de manera activa incluye saber reconocer si esos silencios son de búsqueda, o de finalización del discurso. El símil más adecuado que se me ocurre es la diferencia entre los diferentes signos de puntuación en el texto escrito, sabemos (y nuestra lectura se adapta a ellos) perfectamente lo que significa una coma, unos puntos suspensivos…. Un punto. O un punto y aparte.
El silencio del paciente, además, nos permite utilizar de manera óptima nuestra memoria de trabajo, ya que en ese momento no tenemos que estar procesando lo que el paciente dice. Al liberar esa parte del cerebro “fonológico”, podemos utilizarla para mejorar nuestro razonamiento, generando nuestra propia voz: “cuál será la siguiente pregunta que debería hacer, cuáles son las hipótesis más plausibles hasta este momento”….Al incluir nuestras propias vocalizaciones en la memoria de trabajo, nuestro razonamiento mejora.
Estos momentos también deben permitirnos concentrarnos en la comunicación no verbal del paciente, así, en muchas ocasiones el gesto de la cara puede indicar si lo que está buscando el paciente en su memoria le duele o le hace sufrir.
Por último, y en el contexto de búsqueda de signos de alerta que debería darse durante una anamnesis, el silencio intencionado (aunque en este caso la palabra correcta es omisión) del paciente puede ser un indicador significativo… nuestro error suele ser el de atribuir al silencio un significado más allá del que tiene. Es decir, podemos intuir que nos falta información, pero no reconstruir la información ausente porque nos resulte cómodo para nuestro discurso.
Los silencios del fisioterapeuta
En este caso, el uso correcto de nuestros silencios durante la sesión puede producirse en diferentes momentos y tener diferentes significados. Un silencio adecuado (acompañado de una expresión facial y corporal correctas) después de que un paciente nos cuenta algo que le preocupa es la primera herramienta de validación que podemos utilizar. Los silencios en nuestro discurso sirven para subrayar algunas ideas, y también para dar tiempo al paciente a procesar la información que se le da, incluso a generar con ello el tiempo de hacer alguna pregunta al respecto. En este caso, resulta muy útil, por poner un ejemplo, un silencio de una longitud considerable (hablamos de segundos, que nadie se asuste) después de una frase como “quizás haya alguna cosa más que quieras preguntarme” …. Recordemos que en ese momento el paciente tiene que procesar una información que para nosotros es de baja dificultad, por la costumbre, pero para ellos es novedosa, y en muchos casos se encuentran en estados cognitivos alterados por la ansiedad, el dolor, o la preocupación.
Añadamos, pues, silencio a nuestras anamnesis, para convertir el ruido en música…. Y dicho esto, me callo.
Luis Torija López
Profesor de Grado y Máster de la Universidad Europea