Tenemos, como fisioterapeutas, la capacidad de ser y actuar como “motores del cambio”.

La idea principal de nuestra charla es cómo a través de una buena relación e interacción terapeuta-paciente, basada principalmente en una adecuada comunicación y definida por O´Keffe et al. (2016) como “el sentido de colaboración, calidez y apoyo entra ambos”, se pueden llegar a provocar cambios contrastados y trascendentales a nivel neurofisiológico, bioquímico y psicológico que favorecen el tratamiento, evolución y pronóstico clínico.

Este vínculo terapeuta-paciente se hace especialmente importante en aquellas personas con dolor crónico y ciertas creencias, actitudes y conductas, así como variables psicológicas activas, no beneficiosas para su recuperación; las cuales son susceptibles de cambio a través de la comunicación, tanto verbal como no verbal, así como la adecuada atención, cuidado, aliento y, en definitiva, empatía. Es por ello que nos centraremos en los cambios mencionados evidenciados en personas con tales características.

A estas modificaciones biológicas y favorecedoras del tratamiento, producidas a través de la alianza terapéutica con el paciente, es lo que denominamos “el motor del cambio”. Aquí podemos destacar diferentes factores fundamentales a tener en cuenta para una adecuada relación terapeuta-paciente:

  • Comunicación no verbal: la expresión facial y el contacto visual son elementos muy importantes; y es que la sonrisa, expresiones de apoyo e interés, como el cabeceo afirmativo, así como la orientación adecuada del cuerpo, juegan un papel muy importante. Un estudio de Carney et al. (2010) demuestra cambios neuroendocrinos y comportamentales con el simple mantenimiento durante 1 minuto de diferentes posturas, según la connotación positiva o negativa de las mismas (posturas high-power y low-power).

  • Comunicación verbal: la escucha activa, expresiones verbales de aliento y apoyo, humor y simpatía, una discusión empática y comunicativa, pedir opinión al paciente, el uso de un lenguaje recíproco, evitar comunicación negativa y expresiones verbales de ansiedad, utilizar sutilezas sociales, no interrumpir al paciente, etc. son componentes relevantes de una buena comunicación verbal terapeuta-paciente. En cuanto al contenido, esta comunicación debería dar significado y sentido a todas las preguntas y, en definitiva, al proceso que está atravesando en ese momento el paciente, así como a reestructurar las ideas y creencias personales en torno al dolor, generando un aumento de las expectativasy una sensación de control sobre lo que previamente parece abrumador.
  • Empoderamiento: cada vez existe más evidencia de que la posición activa por parte del paciente frente al proceso de salud/enfermedad, así como frente al dolor, es la mejor vía de afrontamiento; aquí, el fisioterapeuta sigue siendo el responsable de promover la eficacia en el autocontrol por parte del paciente proporcionando la mejor y más actual información, recursos de tratamiento y supervisión, y basando la intervención en unos objetivos realistas y alcanzables (objetivos SMART), establecidos en mutuo acuerdo entre terapeuta y paciente.
  • Educación en neurociencia del dolor: los aspectos tratados anteriormente se hacen imposibles sin una transición hacia una nueva cognición acerca del dolor, pasando desde un modelo puramente mecanicista a un punto de vista biopsicosocial en torno al mismo. Esto es fundamental para despertar esa oportunidad y motivación, es decir, ese “cambio” de creencias, conductas y afrontamiento del problema. El paciente debe ser consciente de que es posible, de que realmente hay esperanza y que en ese cambio su participación será determinante.La rueda de Michie et al (2011) fue desarrollada por sus autores para describir las intervenciones dirigidas a modificar las conductas relacionadas con la salud integral o global; y es que tales intervenciones son extrapolables y aplicables al tratamiento del dolor, considerado hoy día como problema con entidad propia y no como síntoma. En ella se especifican las 9 funciones esenciales para el logro de los mencionados cambios conductuales, entre las que para el tratamiento del dolor destacamos: la persuasión, entrenamientomodelado y habilitación; y se incluyen las 3 condiciones principales que deben darse en el paciente para que se produzca la transición comportamental: capacidad, oportunidad y motivación.

     

    En resumen, está en nuestras manos y es nuestra responsabilidad ofrecer una intervención integral al paciente, mejorando su evaluación del dolor y el afrontamiento y superación de barreras a través de una atención centrada en la persona y basada en la evidencia.

     

    Tenemos, como fisioterapeutas, la capacidad de ser y actuar como “motores del cambio”.

Juan Montaño Ocaña

Guillermo Molinero Carlier

Carlos Barragán Carballar

tmouniversidadeuropea@gmail.com

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