Profesional Sanitario: – «Tienes que hacer esto».

Paciente: – «¿Por qué?»

Profesional Sanitario: – «Porque haciendo esto vas a estar mejor y te vas a recuperar antes».

Todos hemos oído esta frase alguna vez como pacientes. Probablemente todos los que somos sanitarios la hemos dicho alguna vez a nuestros pacientes. Quizás no ha sido exactamente igual, quizás la explicación puede haber cambiado «porque ese ejercicio es el mejor para ti» «porque te va a quitar el dolor» «porque la evidencia nos dice que es lo mejor que puedes hacer»…. el caso es que decimos algo parecido y nos quedamos tan tranquilos, convencidos de que nuestra explicación ha sido correcta, y que con esa explicación el paciente hará lo que tiene que hacer.

Cierto, y en ese mundo ideal nadie fumaría («porque es la mayor causa de muerte en el mundo»), todo el mundo haría deporte («porque está demostrado que es la mejor manera de prevenir enfermedades coronarias»), nadie comería carne procesada («porque lo recomiendan los expertos de la OMS»). Sabemos que esto no pasa, así que tiene que haber algo equivocado en esa frase explicativa. ¿Te apetece volver a leer el dialogo del principio a ver si encuentras dónde puede estar el error?

Puede ser que lo hayas visto, pero si no, déjame que te ayude. El error no está en la explicación. Todas ellas son (o pueden ser) correctas. El error está en el imperativo de la primera frase: «Tienes que….» Es cierto, podemos suavizarlo con un «Vas a…» o incluso con un condicional «Deberías hacer…» o con una perífrasis barroca «Yo creo que en tu caso podrías probar a intentar hacer algo como…» Nada. Al cerebro todo le va a seguir sonando igual: «otro sanitario más que me dice lo que tengo que hacer».

El paternalismo implícito en ese imperativo era la consecuencia del encuentro entre alguien que sabía y alguien que no sabía, que necesitaba los conocimientos del que sabía y que tampoco tenía mucha más elección a la hora de acudir a alguien. «Voy al médico a que me cure». A esa actitud pasiva los expertos la llaman «locus de control externo» y actúa como un predictor de malos resultados en el tratamiento. El imperativo fomenta el locus de control externo. Y nuestras mejores intenciones, nuestros mejores conocimientos se vuelven en contra de nuestro paciente. ¿Se te ocurre alguna manera diferente en la que podrías conseguir que el paciente colaborase?

Esos mismos estudios que nos advierten de que el locus de control externo actúa como predictor negativo para el resultado del tratamiento nos informan de que generar un locus de control interno (el paciente que puede participar en las decisiones del proceso de curación) mejora conceptos como la motivación, la adherencia al tratamiento, la confianza en el profesional y como resultado final una mejora de los resultados de nuestro tratamiento. Implicar al paciente en esta toma de decisiones lo hace más responsable del proceso de salud que está atravesando, y de alguna manera deja de ser un sujeto pasivo para convertirse en agente activo de su curación. Existen multitud de maneras para conseguir esto, pero una tan fácil es cambiar las recomendaciones por preguntas, o lo que es lo mismo: pasar de un tratamiento basado en «mis respuestas» a uno basado en las respuestas del paciente.

P.S: – «¿se te ocurre algo que podrías modificar en tu día a día para conseguir mejores resultados?»

Pac: – «a lo mejor podría hacer algo de ejercicio, ¿podría bastar con eso?»

P.S: – «estaría muy bien. ¿cuánto tiempo podrías hacer de ejercicio al día? Así vemos juntos qué puedes hacer»

Luis Torija López

Fisioterapeuta

Grupo de Investigación en Dolor Músculo-esquelético y Control Motor.

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